Los 3 bofetones de pretemporada

calor-fuerte-entrenamiento-Boca-Telam_OLEIMA20121105_0112_8

La pretemporada es como aquel que despierta de un largo sueño con resaca; como si tu cuerpo no se acordara que forma parte del verano que has pasado. De hecho, la pretemporada llega y le dice a tu cuerpo: “Amigo, te has pasado en verano”. Y tu, ajeno a esos mensajes, volverás a caer en el ya conocido síndrome veraniego, y te tocará vivir “Los 3 bofetones de pretemporada”.

El primer bofetón es el más simpático de todos. Es un bofetón cariñoso y amable, porque está lleno de ilusión y emoción. Y es que la pretemporada llega en un abrir y cerrar de ojos. Cuando menos te la esperas, ya la tienes al acecho. Y la tomas con ilusión, ¡qué vas a hacer! En el primer momento se hace la tímida, y se espera a que te pongas de nuevo las botas que dejaste llenas de caucho después del último entreno. Y es aquí dónde ya empiezas a notar la primera caricia. Maldito ese momento de ponerse de nuevo los botines, mirártelos de reojo y pensar: “Creo que hasta mis pies han engordado”. Una vez te has calzado, te tocará ponerte la camiseta en el primer amistoso. Y aquí puede que llegue lo peor. Ese instante en el que se verá cuántas camisetas han encogido durante el calor del verano. O seamos sinceros, ese momento en el que verás cuántas tripitas se han acelerado con el frío de la cerveza. Por suerte, gracias a ese espíritu humano, de equipo y de generosidad, verás que hay alguno que el verano lo ha maltratado más que a ti. Y en caso que no sea así, ya te encargarás de decir en el vestuario: “Aiiii el veranito que bien sienta!”, así ya te quitas la presión. Te pusiste las botas y la camiseta, y creo que el bofetón ya escuece. El caso es que después de un ratito en el vestuario, después de reirte de ti y de tu compañero, te toca salir al campo. Eso es nada. Llenas el pecho de aire, escondes barriga y levantas la barbilla. “Cabeza arriba coño, este año me pongo como un toro”, te dices. Aguanta, que viene el segundo golpe. Y este viene fuerte.

Con ganas de comerte el verde llegarás al campo. En el fondo, tu subconsciente te recuerda que no estas en forma, pero intentas regatearlo con ganas. Y aquí llega uno de los momentos por excelencia de “la segunda bofetada”. Te tocará hacer el primer sprint. ¡Por Diós! Internamente se convierte en un dejavú del chupito de orujo de hace tres noches. Parece que tu cuerpo acabe de nacer, tus rodillas están más que oxidadas y tu culo pesa más que el de aquella pobre señora, de la que te reíste en la playa. Pides perdón, aunque ya es demasiado tarde. Si eso fuera poco, llega el momento de las abdominales. Durante unos instantes agradeces poder tumbarte, pero cuando has apretado el abdomen 40 veces, el pescadito frito se resiente. Y todavía se resiente más cuándo el único del equipo que ha ido a córrer durante el mes de julio sigue gritando “¡…48, 49, 49, 49, 49, 50!!”. Te levantas del suelo medio mareado, el mes de agosto ya no te parece tan idílico y el camino hasta el botellín de agua se hace eterno. Sin lugar a dudas, ese traguito fresquito después de la primera sesión sienta casi mejor que la cerveza de las 12h del mediodía en el chiringuito. Nos reafirmamos en el “casi”, por si alguno lo dudaba. La bofetada escuece, pero la cervecita del mediodía que ni la toquen.

Y es que seamos sinceros, pocas curas de humildad hay más grandes en este mundo que el primer día de entreno de pretemporada. Vuelves a casa desalmado, con apenas fuerza alguna, y ahora van a ser tu cerebro y tus pensamientos los que te darán el tercer y último bofetón. “¿Te das cuenta que el verano no era tan bueno cómo decían los anuncios de Estrella Damm?», te dice. La pretemporada es sincera, y te recuerda que alguna tapita podrías haber dejado en el camino, alguna cañita de más podrías haber suprimido, o podrías haber renunciado a la última aceituna que merodeaba en el plato y acabaste cogiendo cual depredador dentro del área. Después de cenar, habría tocado hacer un paseíllo para bajar calorías. Lo cambiaste por sentarte y ver pasear a las mujeres con una copa balón. ¡Y ojo! Mira que un día te propusiste ir a correr después de la siesta, pero este año había Juegos Olímpicos. ¡No ibas a dejar de ver el oro de Carolina Marín en bádminton! O qué decir de la carrera de Usain Bolt, si hasta te quedaste despierto para verlo correr a las 2h de la madrugada… ¿Esto tampoco cuenta mister?

Y con esos pensamientos tocará acostarse. Derrumbado en tu pretemporada, en un largo verano y en un primer entreno en el que tus ilusiones su fueron al garete. Por suerte, esto del futbol te gusta demasiado. En el fondo, sabes que cuando puedas volver a correr durante 60 minutos y a dar tres pases seguidos, las tres bofetadas solo servirán para reírse.

Deja un comentario