¡Viva el fútbol amateur!

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Queridos amantes del fútbol amateur, esto va para vosotros. Esto va dirigido a todos los soñadores que cada domingo llenan los campos de ilusiones. Escribo para todos aquellos que se calzan las botas los fines de semana, y saben que en el mundo del fútbol llegaran al bar de la esquina, como muy lejos. Esto va para los entrenadores, presidentes, delegados y miembros de clubes amateur, que consiguen traer la alegría a los campos cada siete días. Queridos héroes, en honor a todos vosotros:

Nunca nadie te ha dedicado una portada de un periódico. Ni nadie ha hecho tertulia en la radio sobre tu estado de forma, ni han analizado tu error del fin de semana por televisión. De pequeño soñabas con estadios llenos, con aficiones volcadas y con cánticos dedicados a tu equipo. Ha pasado el tiempo, y ahora te conformas en que tu primo suba a verte algún fin de semana. A pesar que el fútbol no sea como lo soñaste, pocas cosas saben mejor.

Todo empieza en los entrenamientos, después de un largo día de trabajo. Con la bolsa colgada del hombro intentarás olvidarte del día jugando a fútbol. En el campo relegarás al jefe, las deudas y los jaleos que tienes montados en casa. Persistirás y conseguirás pasar por encima de los inviernos crueles, dónde el frío intentará frenarte. Ya sea en coche, moto, autobús, metro o ferrocarril, llegarás al entreno para ponerte de nuevo tus botas y tocar con menor que mayor destreza el balón.

El día de partido ya sabe diferente. Te preparas la bolsa a conciencia, ya que es día grande. Toca el ritual de coger las vendas, las medias, las espinilleras y si hace falta, también la rodillera. El día de partido todo es especial. Te diriges al campo soñando con dar ese pase de gol que sirva para la victoria, o piensas si será el día de hacer un gol. Te pones a pensar demasiado y especulas: «Podría ser disparando desde fuera del área, como hice ese día de alevín». Una vez llegas al campo, la realidad te invade de nuevo. Empiezas a contar a tus compañeros esperando ser 11 para poder jugar. Ya sería demasiado poder hacer algún cambio. El look más trendy del equipo es una tripita que se conserva de hace tres veranos, mezclado con una calvicie tímida que va pidiendo jugar. Aún así, la voluntad y el ánimo siguen intactos y nada podría parar un día de partido.

En el banquillo, el entrenador y el delegado siguen inseparables e indestructibles. Qué sería de uno sin el otro! Todo un héroe el entrenador que tendrá que lidiar con un grupo de borrachuzos que pagan por jugar y que tienen más ganas que precisión. El querido míster se desgañitará desde la banda para dar instrucciones que terminaran en el vacío. En alguna ocasión, también aprovechará para lanzar algún improperio gratuito al árbitro, ese que tenía guardado de entre semana y no se lo lanzó a su mujer. Muy cerca de él está el imperturbable delegado. Con su brazalete en el brazo, tiene clara su misión: comerle la oreja al árbitro todo lo que pueda en el camino de vestuarios durante la media parte, meterte prisa para pasar revisión antes del partido y montar el orden entre los suplentes para ir a buscar los balones que se cuelan fuera del campo. Pocas parejas tuvieron tanto éxito en la historia como la del entrenador y el delegado. Y que dure.

Jugadores, entrenadores, delegados y muchos más. Los héroes del futbol amateur. Así, semana tras semana, domingo tras domingo, se han forjado los valores del fútbol de verdad. La pasión ha ido acompañada durante toda la vida y el fútbol se ha convertido en una manera de vivir. Seguro que es una manera lejana, diferente y antagónica a la que soñaste de pequeñito, no tengo ninguna duda. Pero, yo te pregunto: ¿Habrías sido capaz de soñarlo más sublime?

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